Lecciones de la Historia Naval

El Soundtrack para un Caudillo en el Mar: dos Partituras Dedicadas a las Gestas Marinas de 1874 – 1877

DOCTOR EDUARDO TORRES ARANCIVIA

REVISTA DE MARINA | N° 1-2021

INTRODUCCIÓN:

Este es un artículo particular, pues en él, entre otros temas, se reúnen dos personajes Históricos trascendentes para la siempre compleja historia del Perú: Miguel Grau y Nicolás de Piérola. No solo eso, en estas líneas estos personajes estarán relacionados con dos barcos: el Huáscar y el Talismán. En este recuento discurrirán el heroísmo, los combates navales, una intervención de la flota británica en el Pacífico, además de osadías, traiciones y mezquindades.
Asimismo, se recordarán hechos que nadie recuerda o no se quieren recordar, como que Grau, al mando del Huáscar, fue enviado a perseguir a Piérola, que, al mando del Talismán, se había transformado en pirata (1874) y que, tres años después de lo dicho, Piérola secuestraría el Huáscar y le daría su bautizo de fuego enfrentándolo (y esto tiene ribetes de epopeya) a dos poderosos navíos ingleses que no tuvieron reparos en usar, dicen que por primera vez en la historia, torpedos teledirigidos (1877). Es una historia enrevesada, sin dudas, pero, sorprendentemente, no es el tema de estas páginas. En estas líneas el tema es la música patriótica que envolvió a las narraciones que se han adelantado.

Efectivamente, aquí se presentarán y analizarán dos partituras que le pusieron música a la aventura del Talismán (1874) y a la jornada del llamado Combate de Pacocha (29 de mayo de 1877). La primera obra se intitula El Talismán y es una danza habanera para piano a cuatro manos, una composición musical de Elena Benavides (arreglada por Luisa San Martín) y la otra es el Himno 29 de mayo, un coro, con la música en piano compuesta por Claudio García para la letra de Pedro Mas. En ese sentido, y con base en un somero estudio musicológico, este artículo recordará el gran poder que tiene el arte, y más aún la música, para la construcción de una opinión pública, como arma de propaganda y como recreación estética de una realidad alterna triunfante y gloriosa.

Para ese fin, se presentarán, en primer lugar, los hechos que llevaron a inspirar sendas composiciones. En segundo lugar, se hará un somero resumen del poder de la música para la política peruana y, en tercer lugar, se realizará la hermenéutica musicológica de cada obra. Finalmente, se anexarán los facsímiles de las partituras y se incluirá la ruta por la que el eventual lector podrá escuchar una música, que, en su momento, movió al patriotismo de cientos de peruanos.

2. Las asonadas marinas de Piérola (1874-1877)

En una entrevista, el célebre historiador peruano -orge Basadre calificó a Nicolás de Piérola como “el eterno insurrecto”1 . Efectivamente, Piérola fue un caudillo de armas tomar, diferente a los militares que habían señoreado al Perú: él era un civil que vivió por y para el poder y que, en ese afán y a pesar de sus gruesos errores de su larga vida política, nunca perdió el apoyo popular. El pueblo le perdonaba todo y lo elevaba, cuando podía, a cimas de poder inimaginable. Era un civil, ya se mencionó, pero con muchas aspiraciones y características del militar decimonónico peruano. Grandilocuente y vanidoso, se volvió en Dictador del Perú (1879) en el momento más oscuro, cuando las tropas chilenas, en el contexto de la denominada Guerra del Pacífico (18 9-1883), ya estaban avanzando hacia Lima. En esos días, este hombre voluntarioso se hizo del mando civil y militar y no son pocos los que sostienen que sus errores llevaron a la debacle que fue la toma de la capital por fuerzas extranjeras. Es muy probable que, en esos aciagos días, Piérola, asentado en el despacho del alicaído palacio presidencial, haya encargado un cuadro alegórico con el que pretendió reflotar sus viejas glorias2. Tal cuadro es la Alegoría del combate de Pacocha (29 de mayo de 1877), en el que se ve a la diosa Atenea y a la Historia, homenajeando a la Patria, esta última vestida de túnica blanquirroja y con espada en mano3. A lo lejos se divisa al Huáscar en combate naval contra los navíos ingleses Shah y Amethyst, mientras que un ángel corona de palmas y laurel al barco peruano. El intento de Piérola era obvio: unir las proezas del Huáscar en ese año horrible de 1879 con la gloria de ese mismo Huáscar que obtuvo, frente a naves extranjeras, en 1877. En ese último combate Piérola había sido el protagonista y es que ese caudillo también había sido caudillo en altamar. Veamos:

2.1. Piérola y el Talismán (1874)

Estando exiliado en Chile, Nicolás de Piérola se propone derrocar a Manuel Pardo y así entró en tratativas conspirativas con otros hombres. Formado su pequeño núcleo de rebeldes, el caudillo pasó a Inglaterra donde compró el Talismán, al que pertrechó de proa a popa. En tal navío, Piérola regresó a Chile y de ahí pasó a Pacasmayo (en La Libertad, al norte del Perú), donde pretende alzar a la gente, pero sin éxito. Luego, se dirigió a Pacocha (Ilo, Moquegua, al sur del Perú), donde desembarcó y neutralizó a la guarnición. En el interín, Pardo declaró al Talismán barco pirata y envió a Miguel Grau (comandando el Huáscar) a neutralizar al hombre y al barco rebeldes. Grau logró capturar al Talismán, pero Piérola consiguió tomar Moquegua, por lo que fue necesario del concurso de los ejércitos de Lizardo Montero y Belisario Suárez para derrotar al caudillo, propósito que se logró el 6 de diciembre de 1874. Esta fue la primera asonada marina de Piérola.

2.2. Piérola y el Huáscar (1877)

1877 fue un año difícil para la vida nacional. El General Mariano Ignacio Prado gobernaba a un país crispado. Como solía pasar en la política peruana, el Poder Ejecutivo se hallaba en pugna con el Poder Legislativo (en esa coyuntura controlado por los civilistas). Además, la economía peruana estaba quebrada. Juntas, la crisis política y la económica, hacían campo fértil para la sedición y Piérola, otra vez, intentaría una de sus asonadas para deponer a Prado, solo que esta vez la aparatosidad de su acción sería memorable, en el más estricto sentido de la palabra.

Todo comenzó el 6 de mayo de 1877. Ese día, los partidarios de Piérola secuestraron al Huáscar, que estaba anclado en el Callao. Como el navío estaba con los motores en arreglo, el barco partió a vela y siguió esta ruta: Chincha, Quilca, Arica, Pisagua, Iquique, Cobija y de ahí a Antofagasta. En ese último puerto Piérola subió al barco. Había ocurrido que en esa trayectoria los partidarios pierolistas se enfrentaron a un par de navíos ingleses a los cuales el Huáscar interceptó y, como era de esperarse, esa temeridad acarreó la cólera de la flota inglesa, que se propuso atrapar al monitor declarado nave pirata por Prado. El combate se volvió inminente. Lo que ocurrió luego lo narra la historiadora Margarita Guerra:

El Comandante de la nave [el Huáscar], Luis Germán Astete, y el propio Piérola responden altivamente [a los propósitos ingleses] y el 29 de mayo, en Pacocha, se tropiezan con la División Británica integrada por el Shah y el Amethyst. De inmediato, los británicos envían el ultimátum a Piérola, en nombre de Su Majestad británica. Los peruanos rechazaron la prepotencia británica y señalaron que lucharían en defensa del Pabellón Nacional. A las 3:06 se inició el combate, desigual, pero a las 5:45 Horsey [el Capitán inglés] abandona la lucha y el Huáscar va a Iquique, donde se entregan a la flota peruana y el Comandante More da garantías a todos los tripulantes, incluido a Piérola.
Esta fue la segunda asonada marina de Piérola.

3. La música patriótica como hacedora de la nación y sus héroes

La música patriótica, vamos a decirlo así, nació en 1789. Y es que la Revolución francesa necesitó de la música para cantarle, no solamente a los ideales de libertad, fraternidad e igualdad, sino también a la Nación, que aparecía como novedad en el universo de los conceptos políticos. Así, músicos que iban desde Rouget de Lisle (el compositor de La Marsellesa) hasta Beethoven pusieron su arte sonoro al servicio de esos ideales.
Eso último, cantarle a la libertad y a sus héroes y al pueblo como entidad, implicó una reforma del arte musical: las orquestas crecieron, así como la potencia y carácter de los temas. Bajo esa premisa, era natural que los compositores ahora apelaran al sentir de sus pueblos y por ello se afanaban en componer temas que resultarán éxitos mediáticos entre las grandes mayorías (lo que hoy se llamaría un hit musical).
Eso de cantarle a la nación, a la libertad y a sus héroes populares se volvió un ideal prerromántico y comenzó a inflamar el mundo entero. ¿No es esa, acaso, la lógica de los himnos nacionales de las nacientes repúblicas americanas? La canción patriótica latinoamericana fue planeada por políticos y artistas justamente para inflamar las emociones y el celo guerrero de millones de hombres, mujeres y niños que veían la constitución de un nuevo mundo libre de reyes y nobles. En ese sentido, en la canción patriótica también se materializará de una manera estética en una opinión pública, que durante el Antiguo Régimen no había existido. Por ello, esa música, que se vigorizó entre fines del siglo X9III hasta 1914, es deslumbrante, potente, marcial, rápida o solemne y de rápida recordación. En el Perú, el espectro de esa música lo inaugura José Bernardo Alcedo (el compositor del Somos libres) y lo finaliza -osé Sabas Libornio (el autor de la célebre Marcha de banderas).
Entre las composiciones de Alcedo y Libornio hay centenares de composiciones peruanas de esa tónica que merecen resucitar y que felizmente cada día los archivos y colecciones particulares van develando. Por ejemplo, Alcedo no solo es autor del Himno del Perú, tiene muchas canciones patrióticas como “La chicha” y “La canción a la batalla de Ayacucho”. También está Mariano Bolognesi (efectivamente, el nieto del músico Andrés e hijo del Héroe de Arica) con su Himno por el 2 de mayo (entre otros tantos), Claudio Rebagliati con su rapsodia Un 28 de julio, José Benigno Ugarte con su himno Noble pueblo. Y claro, cientos de miles de partituras manuscritas e impresas del filipino -osé Sabas Libornio esperan a los musicólogos, que solo lo recuerdan por su hermosa Marcha nacional (hoy Marcha de banderas [1897]), compuesta como saludo solemne y homenaje al presidente Piérola, que la tomó para sí y como protocolo para la bandera del Perú, para todo presidente peruano (hasta hoy), y que no es sino el equivalente al Hail to the chief estadounidense.
Pues bien, aquí se develarán dos de esos temas patrióticos que giraron en torno a las gestas marinas de Piérola.

4. El Talismán, danza habanera por Elena Benavides y dedicada a su digna amiga Sra. J [esusa] de Iturbide y arreglada a [piano a] cuatro manos por Luisa San Martín.

La habanera es una danza o canción de origen cubano, que se consolidó hacia inicios del siglo XIX para pasar luego a España, donde el género triunfó. Luego, la habanera regresó al continente americano (con las transformaciones propias de un mestizaje sonoro) hacia 1850, para arrasar en éxito por toda la costa atlántica. Al tener un compás binario y poderoso ritmo, el género adquiere un gran carácter. Pues bien, para poner en sonido la primera aventura marina de Piérola, su autora recurrió al sabor de esa danza. No hay que olvidarlo: los compositores que hacen música puesta al servicio de la política siempre deben encontrar la manera de que sus sones encanten a la gente y más aún a los partidarios, en este caso, de Piérola.
Se trata de una pieza para música de salón, tal vez compuesta muy cerca del año de la aventura del Talismán, es decir, 1874. Arreglada a cuatro manos, significa que dos músicos interpretan la pieza al piano. Por la tesitura de la partitura, se hace evidente que no se requieren dos pianos para su puesta en escena: un intérprete toca la página titulada como Primo y el otro, la página titulada Secondo, ambos en un mismo piano. Ciertamente tiene sabor a danza, a habanera; pero la música es también narrativa, si se quiere hasta incidental, pues su desarrollo cuenta la gesta del Talismán y así está señalado en la partitura:
a) Salida de Quinteros. El oyente debe imaginar el barco saliendo del puerto chileno de Quinteros, con la intención de llegar al Perú para derrocar a Pardo. El movimiento musical, con ese meneo que le da el ritmo, me parece intenta imitar el bamboleo del Talismán mientras surca las olas. El tema es repetido dos veces, la segunda en una octava superior. Un acorde de séptima mayor con séptima menor indica el cambio de narración.
b) El chasco. Chasco es engaño, y aquí la música trata de representar las adversidades que sufrió el caudillo cuando, en Pacasmayo, nadie de la causa rebelde estaba esperando al barco, sino que, por el contrario, solo había enemigos que obligaron a que el navío partiera destartalado y desprovisto. La música, en esta sección, es chispeante y hasta burlona, casi al modo de un tema de persecución.
c) El desembarque. Aquí se narra el desembarcó en Pacocha del 1 de noviembre de 1874. Este resultó un éxito puesto que la guardia estaba distraída en una función teatral. Es música feliz. Tras tres acordes con apoyaturas (que imitan –así se indica– a tres ¡Vivas!) viene la última sección.
d) Toma de Moquegua. Piérola entra triunfal y sin oposición a Moquegua. La música, si se oye bien, es una variación de la famosísima marcha El ataque de Uchumayo (1835) de Manuel Bañón.
¿Qué sabemos de la compositora y de la arreglista? Pues no mucho. Este breve artículo más bien debería animar a los interesados a adentrarse en el mundo de las compositoras peruanas de las que se pueden rastrear (con mayor facilidad) obras publicadas a partir de la década de 1860 en adelante. Gracias al “diccionario” de Barbacci (1949), sabemos que Elena Benavides compuso, en 1875, una polka llamada “La cubana” dedicada al Club Progreso. La partitura de El Talismán también da pistas sobre la relación que tenía Benavides con los Piérola: Elena era cercana a la esposa del futuro Dictador; de ahí que le dedicara esta habanera. De Luisa San Martín, Barbacci nos ofrece más datos: era chilena, profesora de piano, llegó a enseñar en el Conservatorio de Santiago de Chile y, luego, en 1872, pasó residir en Lima. En el interín, dice maliciosamente Barbacci, “se enfermó de pecho [es decir, le dio tuberculosis] y vino a Lima donde ofreció sus lecciones (y sus bacilos de Koch)”.

5. Himno 29 de mayo. Dedicado al muy ilustre y esforzado patriota Dr. D. Nicolás de Piérola y demás compañeros de gloria. Música de Claudio García, letra de Pedro Mas.

Este hermoso y potente himno salió impreso de la Litografía Musical de Leoncio Otero, ubicada en la calle de +oyos 13 de Lima. Como la pieza anterior, tal vez sea contemporánea a los sucesos que intenta representar, es decir, 1877. El “poeta” Pedro Mas (al que no se ha podido rastrear11) compuso esta almibarada loa, tal cual solía ocurrir tras alguna aventura del Califa:
Coro: Veintinueve de mayo glorioso, / fecha ilustre que hoy marca el país, / en que Piérola supo animoso / del inglés castigar el desliz.
Estrofa 1: ¡Compatriotas! Si altivas naciones, / piensan hoy sojuzgar pueblos libres, / con cañones de grueso calibre / infundiendo en los pechos temor, / el Perú no será el que soporte, / la agresión temeraria del fuerte pues prefiere mil veces la muerte a la infamia y vil deshonor.
De ahí vienen tres estrofas más. En la segunda, se retoma el motivo –salido de la estrofa apócrifa del Himno Nacional– de las “cadenas de humillación” que fueron rotas por un peruano que no se iba a rendir ante enemigo extranjero. La tercera estrofa reafirma la libertad del Perú y pregona la cultura del país, a la par que se pinta a Piérola como el más eficaz freno al avance imperialista británico. La última estrofa es, tal vez, la primera en poner en obra de arte la “¡Gloria eterna a los héroes del Huáscar!”. Así, el monitor queda como el defensor del decoro de la Patria frente a los ultrajes de enemigo foráneo. ¡Nadie presagiaba lo que iba a ocurrir dos años después!
La música es de Claudio García, del cual no hemos podido hallar dato alguno. Es música potente y solemne, un himno para coro de tenores y acompañamiento de piano (aunque la armonía de la obra insinúa que tal vez se haya orquestado para banda militar). Como el Himno Nacional, esta pieza tiene un coro y cuatro estrofas. La tonalidad es de la obra está en la mayor.
El coro tiene una construcción sonora –ya lo adelantamos– muy parecida al Somos libres. No obstante, no hereda de este la brillantez, sino cierta gravedad. El final de esa sección de desliza por una rápida escala
ascendente para coronarse con una final muy al estilo Verdi (que, por cierto, reinaba en el mundo musical por ese entonces). La estrofa, por su parte, tiene sabor a trío (lo que me hace presumir su orquestación para banda) y la línea en clave de fa se remarca por ese juego de galopas que le da ese timbre marcial pero grave. Sobre eso último, la estrofa juega a ir desde lo grave a notas en octavas superiores para atenuar esa solemnidad.
Ojalá que los músicos que lean este artículo se animen a orquestar estas piezas y las resuciten, para que se cumpla eso de que –y aquí parafraseo a Horacio– aquellos viejos sonidos que ahora yacen callados, pues volverán a sonar.
BIBLIOGRAFÍA:

Fuentes

– BENAVIDES, Elena. El Talismán. Danza habanera por Elena Benavides y dedicada a su digna amiga
Sra. J [esusa] de Iturbide y arreglada a [piano a] cuatro manos por Luisa San Martín. Partitura para
piano. Lima: S/i. H. 1874. [Se puede escuchar una reconstrucción en este enlace en YouTube: https://
youtu.be/LUbgfp99lQU].
– GARCÍA, Claudio. Himno 29 de mayo. Dedicado al muy ilustre y esforzado patriota Dr. D. Nicolás
de Piérola y demás compañeros de gloria. Música de Claudio García, letra de Pedro Mas. Partitura
para canto y piano. Lima: Leoncio Otero. H. 1877. [Se puede escuchar una reconstrucción en este
enlace en YouTube: https://youtu.be/YdcafkFPRQg].

Bibliografía

– BARBACCI, Rodolfo. Apuntes para un diccionario biográfico musical peruano. Fénix. Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, 1949. Nro. 6, pp. 414-510. Lima.
– BASADRE, Jorge. Historia de la República del Perú. Lima: Historia. 1961.
– GUERRA, Margarita. La República. En: Historia general del Perú, T. VII. Lima: Brasa. 1994.
– LÓPEZ MARTÍNEZ Héctor. Historia marítima del Perú, T. X. Lima: Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú. 1988.
– NEIRA, Hugo. El arquetipo Piérola o Leguía, según un inesperado visitante. Entrevista de Hugo Neira a Jorge Basadre. 2017. El Montonero. [Consulta: 6 de abril de 2021]. Disponible en: https:// elmontonero.pe/columnas/el-arquetipo-pierola-o-leguia-segun-un-inesperado-visitante
– TORRES ARANCIVIA, Eduardo. El acorde perdido. Ensayos sobre la experiencia musical desde el Perú. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. 2010.
– WUFFARDEN, Luis Eduardo. El arte de Torre Tagle. La colección del Ministerio de Relaciones Exteriores. Lima: Ministerio de Relaciones Exteriores. 2016.
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