Lecturas

Recomendación del Director

La Palabra y la Piedra. – Discursos durante la inauguración del Monumento del Almirante Miguel Grau, en el Centro de Lima

CAPITÁN DE CORBETA MICHEL LAGUERRE KLEIMANN

RESUMEN:

El 28 de octubre de 1946 se cumplió, luego de 67 años, la orden de una Ley dada a los pocos días del Combate Naval de Angamos. Se erigió en la ciudad de Lima un monumento a la memoria del Almirante Miguel Grau. La magnitud de dicho suceso lo convierte en uno de los reconocimientos cívicos limeños más importantes del siglo XX. Si se tiene en cuenta que los monumentos son elaborados para perennizar valores en provecho de una comunidad contemplativa, la presencia de las más altas autoridades políticas, eclesiásticas, militares y diplomáticas, así como las distinguidas luces de los integrantes del Comité de preparación; estamos ante uno de los mejores trabajos monumentales que existen en la capital de la República. En ese sentido, este artículo busca complementar la obra escultórica visible con la retórica que la acompañó en su inauguración, rescatándola del estante y así lograr apreciar la estética y belleza que el arte bien conceptualizado y reflexionado brinda a la sociedad.

INTRODUCCIÓN:

El 13 de octubre de 1879, el Congreso de la República presentó la siguiente moción: “Eríjase en una de las plazas públicas de esta Capital una estatua que represente al que fuera ilustre Contralmirante don Miguel Grau. La estatua llevará esta inscripción: La República del Perú a su más heroico y abnegado defensor Miguel Grau”. La ley resultante fue promulgada el 28 de octubre de 1879.
El monumento que se inauguró en el Callao en 1897 no es el de la ley del párrafo anterior, puesto que se refería a la ciudad de Lima. Con dicho fin, el Centro Naval organizó una serie de actividades destinadas a recaudar fondos que contribuyeran a la construcción del monumento en Lima. De este modo, entre 1926 y 1928 se reunieron 200 000 soles que sumarían al proyecto. Sin embargo, el dinero no fue suficiente, y se continuaron con las actividades recaudadoras. Una de ellas se llevó a cabo el 7 de octubre de 1935 en el Teatro Municipal de Lima, y reunió al Maestro Director Tino Cremagnani, al poeta José Gálvez, la señora Garland de Cook, al barítono Stuarla y al Cadete Naval 9íctor Romero, quienes presentaron su concurso en la velada literario-musical Pro-Monumento a Grau.
El 11 de mayo de 1946, el Ministro de Marina, Contralmirante Enrique Labarthe, convocó al Comité Ejecutivo del Monumento al Contralmirante Miguel Grau en Lima, para determinar el espacio sobre el cual se levantaría dicho conjunto. De acuerdo con el acta de la reunión, tanto las esculturas como los materiales para la colocación del monumento se encontraban listos. En adición, se determinó el lugar para erigirlo, que fue el mismo donde se había colocado la primera piedra, en el “encuentro de la Av. Grau, Paseo de la República y Paseo Colón”. Esta primera piedra aludida se colocó el 27 de julio de 1934 durante un acto que contó con la presencia del Presidente de la República, General de División Óscar R. Benavides, el Presidente del Congreso Constituyente, miembros del Cuerpo Diplomático y autoridades militares.
De este modo, se ordenó que se procediera de inmediato con la instalación del monumento, y se constituyó una Junta conformada por el Ministro de Marina, el Alcalde de Lima (Augusto Benavides Canseco), Alberto Jochamowitz (Presidente), Fernando Wiese (Tesorero), +éctor 9elarde, el Capitán de Navío Arturo Jiménez Pacheco, el escultor hispano 9ictorio Macho y un ingeniero de la sección Urbanismo del Ministerio de Fomento.
Entre los que conformaron este grupo de trabajo podemos mencionar que Alberto Jochamowitz era un ingeniero, pintor, crítico de arte y escritor nacido en Lima, en 1881. Estudió cuatro años en la Escuela de Bellas Artes de París y participó como diseñador y ejecutor del parque de la Reserva de Lima. Fue Ministro de Fomento y Obras Públicas en 1944, así como Presidente del Consejo Superior de Bellas Artes, entre 1943 y 1945. Fernando Wiese nació en Lima en 1889. Fue un empresario minero e industrial que llegó a ser Presidente del Banco Central de Reserva del Perú. Por otro lado, +éctor 9elarde fue un reconocido arquitecto y escritor que se dedicó a la enseñanza y al ejercicio de su profesión. Fue fundador de la Sociedad de Arquitectos del Perú y miembro de la Academia Peruana de la Lengua. Luego, se añadiría a este grupo el distinguido arquitecto Emilio Harth-Terré, quien además fue historiador del arte. Diseñó el edificio de la Biblioteca Nacional (avenida Abancay). Participó en la restauración de las iglesias de La Merced, el Sagrario, Santo Domingo y la catedral. Fue miembro correspondiente de la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, entre otras.
Casi tres meses después, mediante el Decreto Supremo 22, del 27 de agosto, el Presidente de la República, José Luis Bustamante y Rivero, aprobó el proyecto de la plaza Grau en Lima, el cual fue confeccionado por el Comité Ejecutivo del Monumento al Contralmirante Grau. Esta tendría:
· Una plaza circular de 170 m diámetro, cuyo centro lo ocupa el monumento. · Una vereda-plataforma circular en torno al monumento, de 86 m diámetro.
· Una calzada para vehículos en forma de anillos, con 30 m de ancho. · Una vereda con el perímetro externo de 12 m de ancho.
· Dicho dispositivo también disponía el traslado del paradero del tranvía eléctrico de Lima, al norte de la plaza y el de Chorrillos al sur de la plaza.
Dos días antes de la inauguración, se promulgó la Ley 10689, del 26 de octubre de 1946, que confirmó el ascenso a la alta clase de Almirante que “la voluntad nacional ha concedido al Contralmirante de la Armada don Miguel Grau […] El texto de la presente ley se leerá el 28 de octubre al inaugurarse el monumento”. Se disponía añadir esa ley a todos los monumentos que se levantaran en memoria del Héroe de Angamos. Asimismo, se declaró feriado en las provincias de Lima y Callao el lunes 18 de octubre, fecha en la cual “se inaugurará en esta capital el monumento al Almirante don Miguel Grau, cumpliéndose así el deber de gratitud que tenía contraída la Nación” . Puede observarse cómo el Ejecutivo y el Legislativo se unieron en torno a Grau para tributarle, lo mejor posible, el reconocimiento que la Nación guardaba hacia su memoria.
La presencia en la ceremonia tanto del Presidente de la República, del Presidente del Congreso de la República, del Cardenal Primado Juan Gualberto Guevara, del Gabinete Ministerial liderado por Julio Ernesto Portugal, del Mariscal del Perú Eloy G. Ureta, así como del Expresidente de la República Manuel Prado Ugarteche, acompañados de familiares del Héroe, sobrevivientes del Huáscar, autoridades militares, diplomáticas y de otras esferas nacionales, quienes, sumados al gran número de asistentes, plasman para la historia de la ciudad de Lima y del Perú uno de los momentos cívicos más notables del siglo XX.
Debe mencionarse que el mismo 28 de octubre el Presidente de la República y el Ministro de Marina firmaron las Resoluciones Supremas que otorgaron la Condecoración de la Cruz Peruana al Mérito Naval, Distintivo Blanco en el grado de Comendador, al escultor hispano 9ictorio Macho, al Alcalde de Lima, Augusto Benavides Canseco, al Ingeniero Alberto Jochamowitz y a Fernando Wiese; Distintivo Blanco en el grado de Oficial al Ingeniero Alfredo Málaga Bresani, al Ingeniero Emilio Hath-Terré, al Doctor Geraldo Arosemena Garland y al Ingeniero +éctor 9elarde8. 9ale recordar que dicha Condecoración se había creado mediante la Ley 10678 del 8 de octubre de 1946, la cual se otorgaría “a toda otra persona en el orden civil que por excepcionales circunstancias hayan intervenido en el desarrollo y grandeza de la Marina de Guerra del Perú” . De acuerdo con la revisión realizada, podría considerarse a los civiles mencionados como los primeros en recibirla.
Al día de la inauguración, y frente al monumento, se instaló la tribuna oficial, la cual estuvo adornada con banderas peruanas, gallardetes y guirnaldas de flores naturales. Lo interesante es que en la parte superior de la tribuna se colocaron las banderas del Código Internacional de Señales de Marina. El Jefe de Línea fue el Mariscal Ureta, cuyo Estado Mayor estuvo compuesto por los Generales Luis Solari, Manuel Odría, Manuel Forero y Juan de Dios Cuadros, el Coronel Alejandro 9illalobos y el Comandante José Gálvez.
La primera autoridad en hacer uso de la palabra fue el Ministro de Marina, Contralmirante Enrique Labarthe, quien hizo gala del dominio del castellano y sostuvo uno de los más interesantes discursos que el autor de esta nota haya leído. Inició sosteniendo que “cada monumento es un capítulo en la historia de los pueblos, por eso ellos nos enseñan y son ejemplos”10. Labarthe reconoce la función cívica y hasta moral que las esculturas públicas tienen en provecho de los pueblos.
Sostuvo que el progreso llegó a la capital de Lima mucho después de 1879 –posible alusión al Oncenio–, dando a entender, alegóricamente, que desde aquellas épocas “pretéritas”, “oscuras”, el Congreso de la República y el Ejecutivo tuvieron la lux de promulgar la norma del 28 de octubre de aquel año, que ordenó “erigir en Lima, para contemplación de las generaciones venideras, un monumento destinado a perpetuar ante la nacionalidad el gesto heroico del Almirante Grau”. Labarthe, en una osada pero acertada disposición, se dirige directamente hacia el mismo Almirante Grau, como si lo tuviera de frente, cara a cara, en vivo y en directo; y le dice que la ciudad de Lima “relicario de augustos recuerdos […] rincón que representa una de las mayores concentraciones del alma nacional, luminaria de virtudes que alumbró siempre el destino de nuestro pueblo, ha querido escudar tu gloria del olvido”. Labarthe crea una metáfora como si tanto la materialidad de la piedra del monumento como de la ciudad de Lima, tuviesen vida añadida, una por Grau, otra por los vecinos, tantos los pasados como los actuales, quienes utilizan la construcción del monumento y de las calles y casas como medios de comunicación perennes e intemporal.
De hecho, el ministro de Marina añadió que Lima, ciudad que acogería el monumento, era cuna donde vivieron los “hombres más ilustres del Perú, solar de héroes y genios […] abuela ilustre de las capitales del continente”, para luego decirle directamente que “tu noble corazón rinde homenaje al heroísmo del gran ciudadano, nuestro caballero y heroico marino”.
Labarthe enfocó después sus palabras directamente hacia los vecinos, a quienes se refirió como los “devotos de la tradición”, para quienes este rincón de Lima que hoy se abre ha de ser refugio donde encuentren el ensueño apacible y la paz de lo pretérito”. A continuación, el orador redireccionó sus palabras, nuevamente hacia Grau, diciendo que “en esta hermosa plaza que llevará tu nombre, un pueblo agradecido levanta esta mole de granito, cuya alegoría de la gloria parece elevarse hasta los cielos”.
Entre las muchas referencias a España que el Ministro añadió a su discurso, se encuentran varias para el mismo autor de la obra, 9ictorio Macho: “El espíritu delicado y selecto del artista pudo imprimirse mejor en esta ciudad hospitalaria, cuna de próceres, hidalga ciudad de tradiciones y anécdotas españolas […] A medida que es más intensa la contemplación del monumento, en toda la magnitud de su belleza, siente el alma sensaciones exquisitas y acuden a los labios frases de agradecimiento para el artista sublime que derramó caudales de amor y poesía, en su esfuerzo por simbolizar la gloriosa tradición de nuestro Héroe”.
El orador cambia el tema de sus palabras y se enfoca en la armonía del monumento. Así, sostiene que este tiene la “suprema armonía que es esencia divina e inexplicable”, anota que 9ictorio Macho casi “modeló el alma de todo un pueblo, haciendo destacar resplandeciente […] la imagen de la gloria, como modelada por los mismos dedos de Dios”, y añade que “completan el armonioso conjunto del monumento con toda delicadeza, hasta llegar a la alegoría de la gloria como la máxima expresión de la perfecta belleza”.
Nos encontramos ante un Marino que funge de hispanófilo, limeñófilo e historiador del arte que en todo su discurso hace una o dos referencias directas a la estatua de Grau, de figura caballeresca y guerrera. Luego de enfocarse tanto en la ciudad de Lima, en Grau, así como en el monumento elevado, se dirige al público asistente y dice que el Comandante del Huáscar “alentado solo en la idea de caer con gloria, ya que si era imposible vencer, no era imposible morir […] El 8 de octubre de 1879 fue, así, una protesta contra lo irremediable, un reto al destino, un galanteo con la muerte”.
Conociendo quienes conformaban su audiencia, Labarthe exaltó las virtudes católicas de Grau, tal como lo hizo con la ciudad de Lima. Las siguientes líneas debieron agradar al cardenal Guevara: “Como caballero del mar, fuiste humanamente cristiano en el respeto por los vencidos; por tus convicciones de católico mediste la fuerza de los hombres por la grandeza de sus almas; por eso nadie te vio temblar jamás ante el peligro, ni ante la certeza de la muerte”. Semejanza al fragmento retórico “guerrero cristiano” pronunciado en 1879 por Monseñor José Antonio Roca y Boloña.
La siguiente parte de su discurso habrían sido dirigidas al Poeta Presidente del Senado y 9icepresidente de la República, José Gálvez Barrenechea: “Era el combate, con santo y majestuoso valor, desconocido a los guerreros de +omero y 9irgilio, el que animaba al guerrero cristiano, cubierto de sus armas de nobleza; pero súbitamente el cielo se oscurece, en el rostro del héroe se ha apagado el brillo de un destello desconocido; el ángel de la victoria le cierra invisiblemente sus alas y se produce un profundo silencio; nuestra enseña ha caído […] Grau se había hundido en los abismos de la muerte, en un escenario donde competían a porfía la hermosura de los cielos, la asombrosa magnificencia de los mares y el espartano valor de sus hermanos. Pero súbitamente suena otra vez el clarín guerrero, la enseña vuelve al tope y plenos del furor del dios de las armas se sucede en el mando toda la legión espartana de Miguel Grau, combatiendo hasta morir en la imposibilidad de vencer”.

Al finalizar, Labarthe vinculó los nombres de los Presidentes Benavides, Prado y Bustamante con este monumento, ejemplo de la capacidad de consenso que tiene Grau.
Luego de sus palabras y del paso de 50 aeronaves 9ultee y North American, el Presidente Bustamante y Rivero, invitado por el Contralmirante Labarthe, se acercó a develar el monumento. Sin embargo, en un gesto digno de ser perennizado, el mandatario cedió el honor al Alférez de Fragata Manuel Elías Bonnemaison Torres, “prorrumpiendo la concurrencia en salvas de aplauso”. El himno a Grau, compuesto por el sacerdote y músico Pablo Chávez, fue entonado a continuación del Himno Nacional.
El alcalde de Lima, Augusto Benavides Canseco tuvo un discurso corto pero profundamente aleccionador. Rememora la pluma de José de la Riva-Agüero en la impronta de la importancia de los héroes. Benavides sostuvo: “Como todos los peruanos, he visto siempre en Grau lo que pueden la grandeza del alma, el coraje dentro de la serenidad y la más abnegada conciencia nacional al servicio del país”. Claro enfoque en las virtudes del hombre, en su potencialidad cuando cultiva sus talentos en provecho de su comunidad.
Luego añadió: “El culto de los héroes constituye, dentro de cada conglomerado nacional, el más señero signo de la madurez espiritual colectiva”. El Alcalde veía en su ciudad tal grado de madurez que la ciudadciudadanía limeña había aceptado aquel majestuoso monumento que fungiría como paradigma cívico. Finalizó sosteniendo que “la ciudad de Lima se siente honrada en guardar en su seno esta devota expresión de los más excelsos sentimientos de todos los pueblos del Perú. Ella sabrá conservarlo y reverenciarlo con patriótico orgullo y rendida admiración”.
Acto seguido, el Presidente del Senado y 9icepresidente de la República, el poeta José Gálvez, recitó su “Oda pindárica a Grau”:
“Frente al océano, ¡Oh Grau!, semidiós lleno de bondad humana, te evoco como a un gran penate lírico; y al evocarte, ¡oh gran señor del mar!, los mitos y los símbolos florecen y se encarnan en henchidas imágenes radiantes”.
Luego de Gálvez, hizo uso de la palabra Nicanor Mujica Élvarez Calderón, integrante de la Cámara de Diputados, lo que antecedió a la participación del Presidente de la República, connotado escritor y de ágil pluma, quien sostuvo que Grau había alcanzado la categoría de hombre-símbolo, y que “hoy, el fervor de este homenaje rebosa ya los límites de la íntima devoción espiritual; y al materializarse en este monumento, publica en bronce y en piedra el justo galardón del heroísmo y señala a las gentes de ahora y del futuro un altísimo ejemplo de inmolación por el deber”.
Hemos dicho hombre-símbolo, pero no inigualable, puesto que Grau vivió y se formó entre nosotros, en nuestro ambiente.
Acercándose a los textos de Thomas Carlyle, Bustamante ubica a Grau como un héroe que conoce la explanada sin contagiarse de la mediocridad […] que, en cada uno de los trances, la voluntad del héroe pone proa al peligro con la decisión imperturbable de su estoica serenidad. “Miguel Grau – dijo Bustamante– tenía el temple de estos hombres superiores”.
El orador ubica a Miguel Grau como paradigma de todo un pueblo. En el caso nuestro, es un indicador que nos muestra el camino transitado y nos invita a seguirlo, con la esperanza de un futuro mejor bajo la guía de Grau. Bustamante continuó haciendo una breve y retórica revisión de su vida, desde la niñez y cómo el mar lo forjó. De sus palabras se desprende que Grau no puede ser comprendido si se deja de lado su forja tanto en las duras como apacibles aguas de los diferentes mares por los que navegó.
De este modo, el Comandante del Huáscar es “índice y medida de las posibilidades morales de un pueblo y permanente paradigma que marca a sus generaciones la meta excelsa que les es dable conseguir”. Añade que “Miguel Grau tenía el temple de estos hombres superiores. Era el auténtico héroe del mar. Conocía la borrasca; y sus ojos, saturados de inmensidad, estaban hechos al panorama de lo infinito >…Aprendió desde niño la perseverancia del flujo que socava las rocas a lo largo de los milenios […] Allí, en el mar le sorprendió la guerra. Su nave era pequeña, pero indomable su coraje. Aceptó el reto del destino con flema de espartano >… y, por fin, la apoteosis: un combate de épica bravura; estruendo de metralla y horror de carnicería; un barco mal herido […] un hombre que sucumbe sobre el puente de mando; y una puerta que se abre en la ruta de la inmortalidad […] y un pabellón al tope que aún flota piadosamente sobre el rimero de muertos, en el vasto silencio del mar”.
Al igual que Labarthe, el presidente de la República se dirigió directamente a Grau y le dijo: “Almirante: la dimensión de vuestra hazaña se ha agrandado en el tiempo. En la lejana perspectiva, es Angamos un símbolo de gigantes contornos y de perennes enseñanzas. Allí tuvo su triunfo el poder del espíritu sobre la mezquindad de la materia …vuestra nave minúscula ha crecido … No fue infructuoso vuestro sacrificio ni en vano gesto de inmolación de quienes con vos cayeron en la brega […] La Armada del Perú cifra su orgullo en vuestra memoria; y la Nación espiritualmente congregada al pie de este monumento, os dice con acento de estremecida gratitud: Gloria a vos, Almirante”.
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